"Como los ángeles sublunares, los pájaros de Buenos Aires transitan su extendido cielo, temblor de alas, que anidan en las viejas cornisas, las copas de los árboles, las malezas de los charcos y los sucios ríos suburbanos...
Gorriones, golondrinas, benteveos, pechos amarillos, chingolos, jilgueros, mixtos, zorzales, calandrias, pirinchos, torcazas, ratonas, carpinteros, palomas, leñateros...
La polifonía de la ciudad tiene en el canto de los pájaros un escondido acento: sonidos separados de los rudos instrumentos urbanos, que tan solo captan los vagabundos esotéricos de sus rumorosas calles, que buscan los misterios de esa melodía menor.
En algunos atardeceres ese canto se torna melancólico y parece conducirnos por senderos extraños hacia una ciudad de Buenos Aires perdida, sumergida en la pampa, donde se oculta cierta belleza perenne"
(Fernando Pagés Larraya)
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